Mis experiencias personales antes de decidirme por estudiar la carrera de Psicología, me fueron condicionando justo hacia elegirla, ya que las vivencias difíciles que había ido experimentando me hacían buscar respuestas para intentar entender al ser humano, sus relaciones y cómo poder aliviar el dolor y el sufrimiento vital cuando nos suceden situaciones duras. En mi caso, desde pequeña me costó encajar en los grupos, tenía algunos contextos seguros como los del ballet clásico dónde sí me sentía aceptada, pero en el colegio sufrí bullying, era estudiosa, tranquila, cumplidora y distinta a la mayoría de niñas de mi clase, con las que no tenía mucho en común y con las que era foco de sus burlas, de las cuales no sabía defenderme. Se sumó en todo esto el divorcio de mis padres y que mi padre se desvinculara totalmente de mí y se centrara en su nueva familia. Aunque en mi adolescencia cambié de centro escolar y las cosas mejoraron muchísimo socialmente, mis heridas del pasado me hacían estar muy atraída hacia la carrera de Psicología, la cual fue la puerta de entrada a un largo camino de estudios tanto teóricos como de autoconocimiento para profundizar cada vez más sobre el inacabable e interesantísimo mundo interior que tenemos los seres humanos.
Al terminar la carrera me interesaba mucho aprender sobre cómo las dinámicas familiares generan síntomas que se pueden ver representados en algunos de sus integrantes, entonces me fascinó estudiar durante 3 cursos el posgrado de Terapia Familiar Sistémica, en el que aprendí cómo no clasificar aisladamente los síntomas de una persona, sino relacionarlos y contextualizarlos con sus vivencias familiares y en sus relaciones significativas.
Luego estudié dos años terapia desde el enfoque Humanista, en el que me fascinaba comprender cómo podemos los seres humanos tener la capacidad de crecer y encontrar nuestro equilibrio interno si se nos facilitan las condiciones adecuadas para que podamos autoconocernos, comprendernos sin ser juzgados, con empatía y aceptación incondicional y actuando alineados en congruencia con lo que decimos, pensamos y hacemos.
También estudié una formación maravillosa, teórica pero también muy práctica, sobre Arte Terapia, justo en una modalidad que me encantó, que era la de las artes del cuerpo como camino de transformación personal, en la cuál se hacía mucho énfasis en el trabajo de expresión corporal, y como ya he comentado antes, el ballet desde mi infancia fue un refugio y un lugar de expresión para mí, que me permitía ser yo pese a las “tormentas” que estaba viviendo en el colegio y en mi familia.
Mientras hacía estas formaciones, durante varios años, sentí la necesidad de aparcar el mundo laboral para estar en mi hogar con mis dos hijos, iba estudiando pero dejé de trabajar por un largo período, me llamaba mucho más estar presente con ellos y lo pudimos gestionar con mi marido para poderlo hacer, y me siento muy afortunada y con gran gratitud por haberlo vivido así.
En el momento actual, y después de haber hecho miles de visitas individuales, sentí que había llegado el momento de aplicar toda esta experiencia de una manera útil y práctica, con lo que he comprobado que ayuda más a las personas a las que he acompañado y acompaño como psicóloga. Con todas las herramientas de las formaciones anteriores más las últimas, un Máster sobre intervenciones basadas en Mindfulness y otro en curso sobre Trauma y apego y la especialización de EMDR I (reprocesamiento y desensibilización de trauma), he creado este programa tan especial que aúna años de experiencia, síntesis de lo que veo que más se repite en las personas y qué puntos se suelen tener que tratar para que se produzca el cambio en la autoestima y la regulación mental y emocional para poder auto-liderarse desde la paz y la terapeuta interior.
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